poema


Veo la dura piedra de lo bello
caer a veces a mi lado, en el vacío.
Siempre me deja en soledad,
todo resulta inconfesable.

Tiembla una idea en el cuerpo,
una imagen se posa en tibio escalofrío,
un suspiro es roce minúsculo y florece
Es menos que amar.
Pero es igual de bello.

Desterrada del amor
De alguna cosa su belleza
 necesito
imperiosamente
para vivir.



Oración

Cuando termines de irte
la oscuridad
puntillosa
celosa de existencia
rellenará la sombra regular de cada cosa
comprimiendo sobre sí
a la tiniebla
hasta ahora
dispersa y total.

Presencia

A la tarde presiento, ensordecedor,
el pulso agonizante del patio.

Algo amasa debajo de las piedras la sombra,
se oyen caer tras el canto de la cigarra
los huesos ya raspados de otras noches.

En la habitación cerrada
las aristas y los bordes de las cosas
se ablandan sin el filo de la luz.

Después de la ejercitación en el olvido
Después de reemplazar con ruidoso viento
la continua foto del presente,
por fin, lenta, la  penumbra va licuándolo todo.

Mas tarde el latido acelera
y revienta del interior la noche.

Devuelven las sombras su vacío
que se amontona y le hace cúpula a lo oscuro
de fuerza violenta las constelaciones
el patio recrudece.


Amanecía


No está hecha de piezas la llanura,
sólo un largo campo para las batallas 
entre la sorda ira del viento y
el pesado suspiro de los que ignoran el mar.


Pensé que nunca llegaría a amanecer
después de tanto prólogo a los valles,
de tan amoroso conteo de las horas
que tarda en florecer una montaña.

Señal


Las calles sin muñecas y sin perlas
no son de la tierra ni del mar.
Cuando decae en ellas el silencio
llego sola a la ciudad que brama,
que pide tu sangre, tu sudario.

Pero esa brisa sólo es lúcido carmín,
la blanca estela es sorpresa.
Un ave, hoy,
no es un gorrión en la ancha tarde,
es la señal del olvido.

En la masa del agua

De flores  y de fiestas creí que vivían los cabellos
enredados como estaban en la carne,
haciéndose espuma firme que brota.


Aunque pensé que no se danza de ese modo en el océano,
aunque supuse que en exceso no se pueden mezclar
las sales con los humores,
fui ahogándome, es que creí
que el ritmo de las aguas era casi eterno,
al menos bellamente repetitivo.


No hubo mundo entonces
más que el espeso mar meciéndose automático,
tan bello como aburrido y solo,
amasando los ojos sobre un espejo vacío.

En el fondo grumoso se ondulaba un cuerpo,
quizás como el mío.

Lo ví deshacerse lentamente en películas delgadas,
capas de piel blanquecinas,
cabellos que se desprendían blandos
porque aquí no hay fiesta ni flores.

 

Mi cuerpo


Como dos antiguos amigos
reposamos mi cuerpo y yo
ahora en el silencio,
y observamos con blanda paz
el bullicio de sus túneles,
su arquitectura de fuerza y atributos.

Viste consistencia de mi endeble andamio
y habla de mí como de alguien tan lejano
para esconderme amorosamente
creyendo quizás que de espinas moriría,
o de intemperie.

De su materia
sólo saben las fogatas de la tierra
en las que ardió sacrificándose en mi nombre.
Me serví de su extensa piel
para enumerar el dolor, erizar las ansias,
darle real imagen al desgarro.

De la gracia de sus ojos
obtuve
la coartada y el sutil descanso,
de que lo confundieran conmigo.

zapatos

Sin decir demasiado me escondí debajo de la mesa cuando padres y amigos tomaban cafe una noche. Yo era demasiado chica y tantos pies en diálogo ensordecedor me conmovió. No tuve más remedio. La contracara de la mesa fue la cueva de un olvido provisorio y del recuerdo fugaz para los zapatos, desacostumbrados como estaban a la respiración cercana de una niña en la penumbra.     



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Fe

El desnudo y pensativo dice
entre naturaleza y cultura está esa gran distancia... etc
Lo miro y sonrío.
No creo.


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Quizas un recuerdo

Sobre la vidriera empañada hice un agujero con mis manos. Vi nacer entonces una muñeca tan bellamente minuciosa que parecía encerrar todo lo existente. Suspire profundo, y al instante fue otra vez el vapor, la neblina, el smog, la tierra.


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Posando en el jardín


La mujer se desdibuja sosteniendo la flor.
Los ojos se pierden en su pesadilla.

Solo la flor posa para mí:
su dura indiferencia la recorta
del fondo que bulle
con el color, el viento, el deseo.


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Hombre con bastón y sombrero



Parece que reposa
pero de repente muere de un suspiro.

El tiempo le trabaja
las entrañas
y él sólo cree
que encanecerá eternamente.


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Fotografía de una mujer


Sus ojos son maraña de una cabellera.
De la fina línea cuelgan péndulos, sus hombros,

dos redondas manzanas.

Nadie dará su calor a esas mejillas,
nadie una flor que acompañe a su nombre.
No habrá pulpa o cáscara en las sienes.

La soledad
sabrá por ella quién muere.
Si ella lentamente en el tiempo
o para ella, el tiempo
en la fina obra:
el retrato de su muerte.


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Mujer triste con una taza de té

Detrás del humo
entre el cabello y los zapatos
sucede una mujer,

detrás de la mujer que posa
enfundada en un vestido
con pálidos volados
y botones
que multiplican la presencia de sus ojos.


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La mujer en la carta

Podría estar hecha toda de tela o de arcilla
tener por manos dos cruzadas ramas
o dos trenzas de alambre.

Sólo he sentido la pequeña atmósfera
que se desprende cuando exhalo
tierra húmeda o peces solos.

Cuando llegaste apenas habitaba los espejos
me dejaba perseguir, avergonzada, por mi sombra.

Hasta que fue tu boca,
y aconteció que por tus manos
se repobló de piel el cuerpo que era mío,
la humedad volvió a tocar la piedra de mis ojos
y tu voz, que era sólo tuya,
se hizo el blando mapa de mi nombre.

Enmudeció el amasijo del aire
y se volvió tibia la noche en el cuerpo
para que pudiera por primera vez
dormir.


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Nightmare




Se intuye una noche
su cruda luna me alumbra.

Los rieles de la tarde
se irán desvistiendo en el pecho
quedará sin efecto 
el bálsamo efímero
de la luz


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Poema sin flor




Supe una tarde 
que me sería dificil
perdonar el olvido
que hicieron de mi
las flores.


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